viernes, 22 de agosto de 2014

17:00 PM

El último día de Feria fue el domingo. Acabó no como siempre a las diez de la noche, sino a las once ya que hubo más gente de los normal. 
Como yo soy una gran fanática de este evento, me quedé hasta que cerraron definitivamente. Sin preocuparme por nada, ni siquiera por el madrugón que me esperaba al día siguiente para ir a recoger mis libros de texto. 
Cómo no sabía exactamente donde estaba la oficina, me bajé del autobús antes de llegar a mi casa e ir por el barrio dónde estaba la oficina hasta encontrarla, y la verdad es que no se me hizo nada difícil.
A unos cinco minutos de allí, empecé a visualizar muy difícilmente un montón de gente apelotonada en una de las esquinas de la calle.
La verdad es que me dio un poco de pánico al principio. Era de noche, hacía frío y había humedad, a pesar de estar en pleno Agosto. 
Seguí para alante para averiguar porqué había tanta gente reunida, y cuando llegué junto a ellos vi una cola gigantesca de personas durmiendo, tirados en el suelo a los pies de la oficina.
No daba crédito, me temí lo peor. Me acerqué a la primera familia que estaba pegada a la puerta con un saco de dormir y una banqueta y pregunté si estaban haciendo cola para la recogida de libros. Una señora ojerosa, rubia y a la que le faltaban algunos dientes me dijo que sí. 
Llevaban en la fila desde las cinco de la tarde, pasarían allí la noche hasta las ocho de la mañana del día siguiente cuando la oficina abriría sus puertas.
Me llevé las manos a la cara, los miraba con ojos desorbitados, nunca había visto cosa semejante.
Les dí las buenas noches y me fui a casa. Por el camino iba llorando y diciendo que esto no tendría que estar pasando.
Me sentí horriblemente avergonzada de nuestro sistema supuesta mente democrático. 
Si yo fuese Mariano Rajoy no sería capaz de salir a la calle, no sería capaz de dar la cara y de pasar frente a colas y colas de personas indiferentemente.
Me fui a la cama dando las gracias por mi vida, por no faltare nada y por poder dormir en una cama.
Me fui a la cama pensando que esa cola de gente seguiría creciendo toda la noche y toda la madrugada.
Apostando a que ningún político tendrá jamás un séquito tan grande de personas esperando a que habrán las urnas esta primavera.

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